Tinderness y el amor y cariño en los tiempos del coronavirus
Mi experiencia en la aplicación empezó hace cuatro años después de una mala racha de desengaños amorosos. Recuerdo que un par de meses antes aún me reía de dos amigos que no paraban de usar el Tinder en un viaje a Gran Canaria. Les decía que ese mercado de objetos de deseo no era para mí. Entendía que era mucho más fácil conocer personas interesantes en la vida real que esperar un emparejamiento con alguien desconocido que sólo podemos juzgar por sus fotografías y a veces por una corta descripción. Con el tiempo me di cuenta que esa facilidad es relativa. Hay momentos en los que nos volvemos más tímidos, introvertidos o carecemos de la confianza para acercarnos a las personas que nos interesan. Encuentro que la confianza en uno mismo y la necesidad y capacidad de sociabilización son variables y cuando justamente están en un punto bajo, alternativas como las aplicaciones y redes sociales de citas no son una mala idea. Me hice una cuenta bastante improvisada y con una descripción qu...