Parque nacional de Periyar: Hacer safari siendo antiespecista

Desde muy pequeño siento fascinación por las otras especies animales que cohabitan este planeta con nosotros. En gran parte esta pasión se debe a las historias que me contaba mi padre en la infancia. Por ejemplo, recuerdo su relato de la noche que pasó en una zona por la que deambulaba un leopardo que había matado a varias personas. También recuerdo que me hizo mucha gracia una historia de su infancia en Nainital cuando saltó por encima de una enorme serpiente pitón pensando que era una rama de árbol caída. Había muchas más historias que dieron un estímulo importante a mi imaginación. Siempre he soñado con la posibilidad de admirar a los animales más emblemáticos de la India en su hábitat natural y este año me he propuesto visitar varios parques nacionales aquí. Empecé por el Parque Nacional de Periyar en las verdes montañas de Kerala que describí en mi texto anterior.

Para llegar al parque, mi amiga Vrinda y yo salimos temprano desde Ernakulam en la costa y tardamos unas cuatro horas en llegar al pueblo de Thekkady en la cadena montañosa de los Ghats Occidentales que se erigen a lo largo de toda la costa occidental de la India. Cuando salimos del terreno urbanizado atravesamos una franja de cultivos de caucho: muchos kilómetros de monocultivo. Con el ascenso hacia la montaña el caucho dejó su lugar a plantaciones de especias como jengibre, pimienta y cardamomo. Diría que pasé tres cuartas partes del viaje viendo campos de todo tipo de plantas para consumo humano y sólo al final entramos en el bosque tropical de la zona periférica del parque de Periyar. Viendo esa composición de paisaje no pude evitar un sentimiento de tristeza al imaginar que gran parte de esas tierras cultivadas formaban parte de la selva sólo unos cincuenta o cien años atrás. Durante mis dos semanas en Kerala he visto varios incendios de bosques, probablemente provocados intencionadamente para hacer más espacio para las plantaciones.

Aún así la selva que queda es bellísima y quisimos explorarla. El segundo día en Thekkady nos levantamos temprano y vamos hacia la entrada al parque nacional de Periyar donde esperamos unos minutos hasta que llegan nuestros guías y tres chicos holandeses que completan el grupo. Nos entregan tuppers con comida y unas medias para la protección contra las sanguijuelas y empezamos la caminata. Al inicio pasamos delante de unos árboles con etiquetas y placas con descripciones de los animales que habitan el parque. Tras unos diez minutos entramos en la parte más densa de la selva. Poco después atravesamos un dique erigido para impedir que los elefantes lleguen a los pueblos cercanos al parque. Los guías nos explican que el dique está dañado y los elefantes consiguen cruzar al otro lado.

La caminata que hacemos transcurre por la zona periférica de Periyar, por lo cual vemos más señales de intervención humana: no muy lejos del dique hay un muro y una torre de vigilancia. Lo que me sorprendió más fue ver vacas pastando en un espacio abierto. Me parecía arriesgado, teniendo en cuenta la presencia de tigres en esta zona, aunque tal vez sólo se permite durante el día, mientras que los tigres suelen cazar durante la noche. En cuanto a los animales, vemos a un par de hembras del ciervo sambar y luego también un macho con cuernos imponentes.

Sin embargo, los guías quieren que veamos un elefante y se empeñan en encontrar uno. Durante varias horas seguimos la pista de un elefante marcada por heces bastante recientes pero nunca llegamos a alcanzarlo. Sólo vemos animales más comunes que no suelen esconderse de los humanos: un par de jabalíes y algunos monos langures. Los guías han hecho todo lo posible para mostrarnos un elefante y parecen decepcionados que no lo hemos conseguido, pero Vrinda y yo les decimos que no pasa nada. Ambos aceptamos que el avistamiento de animales libres es una suerte que no podemos obviar.

De todas maneras, no tengo la certeza si los animales en los parques nacionales están realmente libres. Hoy en día la naturaleza que crece y vive libre de intervenciones humanas está acorralada en pequeñas islas rodeadas de un océano de ciudades, pueblos y campos de cultivo. En Kerala los bosques representan apenas un veintinueve por ciento de la superficie del estado, y sólo una parte de los bosques están protegidos dentro de parques nacionales o santuarios de fauna salvaje. La palabra “salvaje” para describir a los animales libres siempre me ha parecido muy inadecuada. La aplicaría antes a nuestra especie humana, cuyo impacto en el mundo sí que es una salvajada.

La verdad es que la libertad de los animales no esclavizados es cuestionable. Sus vidas son valoradas en función de su significado para la humanidad. Nos encanta ir a los parques, hacer safaris y sacar fotos de los animales más raros. Para eso existen, no porque sus vidas tengan algún valor intrínseco. Ciertas zonas protegidas son denominadas “patrimonio de humanidad” como si nos pertenecieran. Suelen estar rodeadas de asentamientos humanos y vigilados por guardias forestales: una especie de “The Truman Show” para los animales que las habitan. Se organizan recuentos de individuos de cada especie, se trasladan a los animales que han salido del área delimitada para el parque, etc. En pocos lugares existen corredores para que los animales puedan moverse libremente entre los diferentes parques y santuarios. Una de esas zonas son las montañas de los Ghats Occidentales pero la mayoría están completamente aisladas.

Tengo que admitir que como vegano y antiespecista tengo un dilema ético en cuanto a los safaris que organizan muchos parques. Muchos de los safaris son altamente perturbadores para la fauna. El tercer día en Thekkady Vrinda y yo quisimos hacer una travesía en barco por el lago de Periyar que se encuentra en la selva profunda. Pensábamos que saliendo muy temprano tendríamos más posibilidades de ver algunos de los habitantes más famosos del parque como los elefantes, tigres o leopardos. Sin embargo, la realidad fue algo decepcionante. Para llegar al punto de partida de los barcos tuvimos que tomar un autobús que atravesó la zona periférica todavía inmersa en la oscuridad de la madrugada. El antiguo y destartalado vehículo hacía tanto ruido que no me extraña que no hayamos visto ningún animal salvo un ciervo sambar que huyó cuando escuchó el estrépito metálico que se acercaba. Finalmente fueron unos seis o siete autobuses llenos de personas que hicieron el mismo recorrido. Los cuatro barcos que salieron a explorar el lago también emitían un ruido suficiente para ahuyentar a cualquier animal. Sólo logramos avistar algunos pájaros de diferentes especies locales, dos ciervos y una mangosta típica de los Ghats Occidentales: el meloncillo pardo.

En realidad esperaba una excursión menos invasiva pero mi experiencia debería haberme advertido de que probablemente no sería así. Unos años atrás fui al parque nacional de Udawalawe en Sri Lanka que supuestamente era más ético que en otros lugares del país. Para recorrer el paisaje seco del parque salimos con dos amigos en un todoterreno en el que deberían caber unas ocho o diez personas en la parte de atrás. Vimos otros coches medio llenos o incluso con dos o una sola persona. Seguramente se hace de esta manera para garantizar trabajo a los conductores pero utilizar quince coches en vez de cinco no me pareció la manera más discreta de explorar el bosque. En un momento unos diez vehículos se concentraron alrededor de dos hembras de elefante con sus crías, una tan pequeña que apenas podía caminar sin pisar su propia trompa - tal vez por el estrés que le generaba la presencia de tantos coches. Varios turistas le comunicaron a los guías su disconformidad con esta manera de visitar el parque y finalmente nos alejamos.

Los espacios naturales protegidos como Periyar quizás necesitan aún más protección. En Thekkady el ruido de la música de los hoteles y la contaminación no ayudan a tener una buena convivencia con otras especies animales. La belleza de los Ghats Occidentales merece ser conservada no por su importancia comercial como destino turístico sino porque la vida no humana tiene valor en sí. Si la humanidad no empieza a entenderlo de esta manera, seguiremos acorralando cada vez más a la naturaleza hasta convertirla en un reality show. Por mi parte, intentaré buscar opciones más respetuosas de visitar los parques nacionales y admirar los animales no humanos sin estorbar.

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