La desastrosa segunda ola de Covid en la India y el engaño nacionalista de Modi
Leyendo la prensa europea y los periódicos indios independientes de tendencia liberal y democrática, encontré mucha crítica de la gestión del gobierno indio del fundamentalista hindú Narendra Modi. Las noticias citaban historias estremecedoras de un drama inimaginable de miles de familias indias, que perdían a sus seres queridos por falta de oxígeno o falta de camas en las unidades de cuidados intensivos. Eran muertes claramente evitables si las autoridades se hubieran preparado para esta devastadora segunda ola de Covid. Desafortunadamente, desde el año pasado, en el que la pandemia afectó a la India mucho menos de lo que se había temido, en todas partes reinaba la despreocupación e incluso la arrogancia. A finales de enero el propio Modi presumía delante de sus homólogos internacionales del éxito de su país en la lucha contra el virus. En marzo su ministro de salud anunciaba que la India está llegando a la fase final de la pandemia. La prepotencia del gobierno no cambió con el inicio de la segunda ola. Hace poco el ministro jefe del estado más grande y más poblado, Uttar Pradesh, no sólo negó que la India sufría una escasez de oxígeno para pacientes y que los hospitales estaban desbordados, sino que llegó a amenazar con llevar a juicio a cualquier persona que difunda “rumores e información falsa”. Ahora ya sabemos que mentía sobre la situación real en los hospitales y la escasez de oxígeno.
De todas maneras, las tendencias autoritarias del gobierno de Modi y su pésima gestión de la actual ola de Covid-19 me hacen preguntar si la inmensa popularidad del primer ministro y su partido bajará en estas circunstancias. Cuando viajaba por la India hace dos años, veía la cara de Modi y sus ministros en incontables carteles por todo el país. En uno se jactaban de la construcción de una carretera, en otro afirmaban que estaban mejorando la seguridad de las mujeres en el transporte público. De esa campaña masiva era fácil hacerse una idea de que Modi estaba haciendo un gran trabajo mejorando la infraestructura y la seguridad para los ciudadanos. Los carteles presentaban a un Modi carismático, patriota y trabajador. Con su pelo y vello facial de color blanco y una sonrisa, podría hasta transmitir paz y sabiduría, como un sabio hindú, si no fuera por algo en su mirada. Había una agresiva determinación en esos ojos que tal vez percibí sólo porque había visto sus discursos anteriormente. Modi es un orador muy apasionado y vehemente, y consigue levantar mucha pasión nacionalista en sus mitines políticos.
Igual que los polacos sentimos que la historia ha sido demasiado dura con nuestro país, los indios son muy conscientes de la humillación que sufrieron como nación a manos del poder colonial británico. El complejo de una nación colonizada ha perdurado hasta hoy. Además, existe un cierto resentimiento entre la mayoría hindú por los siglos de dominación musulmana bajo varios imperios como el Sultanato de Delhi o el Imperio mogol. El discurso que presenta a los musulmanes como invasores foráneos y no como conciudadanos ya estaba bastante extendido antes, pero últimamente es explotado por Modi y su partido, el BJP. La herida que dejó la partición de la India en India y Pakistán nunca cicatrizó bien y las tensiones intercomunitarias han sido constantes en la India independiente. Con la apuesta por los valores tradicionales y el nacionalismo hindú, el BJP ha conquistado los corazones de decenas de millones de personas, sobre todo en el norte del país. Muchas de las personas que conocí durante mi viaje expresaban su ilusión con Modi y su gobierno, que prometía grandes logros y avances tecnológicos y sociales. Me quedó claro que los indios querían sentir que su país era admirado e importante en el mundo y el nacionalismo hindú del BJP ha sido una respuesta muy exitosa a esa demanda.
Pero el nacionalismo, sobre todo el hegemónico de una nación con estado propio, es una ilusión extremadamente destructiva. Intoxica las mentes con un orgullo ciego y superficial que suplanta a la dignidad y genera odio. El veneno nacionalista inevitablemente lleva a la violencia, la injusticia y el sufrimiento de las minorías, al mismo tiempo que no mejora la vida de la mayoría. Esto ha sido cruelmente expuesto por la pandemia en Polonia y en la India, donde las banderas ya no pueden tapar las carencias de los gobernantes.
Igual que en Polonia, en la India también se ha creado un electorado nacionalista fanático, dispuesto a todo para que sus representantes sigan en el poder. Las divisiones se han acentuado tanto, que el diálogo y los debates sociales pacíficos son casi imposibles. Por desgracia, en estos países que aprecio tanto, el abuso de poder de los gobernantes está poniendo en peligro la democracia. Por si su autoritarismo no fuera suficiente, ahora también nos enfrentamos a una pandemia con todas las restricciones que conlleva. En estos momentos mi máxima preocupación es que mis familiares y los de mis amigos y amigas se recuperen de la Covid-19. Queda por ver si la desastrosa gestión durante la pandemia afecta la popularidad de Modi y el BJP.
Enlaces para leer más sobre estos temas:
https://www.bbc.com/news/world-asia-india-56290116
https://www.aljazeera.com/news/2021/3/2/why-muslim-reporter-india-has-spent-nearly-150-days-jail
https://www.nytimes.com/2021/05/01/world/asia/india-covid19-modi.html
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