El pacifismo mal dirigido al servicio del invasor

Mientras las bombas caen sobre Ucrania matando a civiles y militares indiscriminadamente y destruyendo ciudades enteras, hay algunas voces que se escudan detrás del pacifismo para no unirse a la condena de una agresión absolutamente injustificada de Putin al país vecino. Me refiero por ejemplo al artículo La ilógica militar publicado por 'El Salto Diario' erróneamente aplicado al contexto de una legítima defensa de una idea de país, de la libertad y la dignidad en un empeño de establecer una falsa simetría entre el agresor y el agredido que sólo sirve para blanquear la imagen del primero y negarle el derecho a defenderse al segundo. El pacifismo es un ideal muy noble y válido pero tiene que ser dirigido a las potencias mundiales como Rusia, de las que depende en gran parte la paz global, de lo contrario se convierte en un arma más al servicio de esas potencias cuando ejercen la violencia.

Me gustaría ver el ideal pacifista implementado de alguna forma durante mi tiempo en esta tierra. La idea de suprimir los ejércitos y apostar decididamente por el diálogo como la única forma de resolver los conflictos es hermosa y creo profundamente que la humanidad debe avanzar en esa dirección. Ojalá un día no muy lejano vivamos en un mundo en el que todos los estados llegan a un acuerdo para reducir gradualmente sus ejércitos y su presupuesto militar de una manera coordinada y honesta hasta la desaparición de las fuerzas armadas a nivel global. Las guerras son una aberración en nombre de ideas tan abominables como la superioridad de una nación o una etnia sobre otra. En la historia humana miles de millones de vidas se han perdido de esta forma absurda e injusta y se siguen perdiendo mientras escribo estas líneas. Cualquier guerra es un gran fracaso colectivo de la sociedad que ha creído que la violencia resolverá un conflicto o que no ha podido frenar la megalomanía de sus líderes políticos.

No puedo negarle la razón al autor del texto en algunos asuntos. Sin duda la retención forzosa de los varones ucranianos para la defensa del país es algo terriblemente injusto. Es inaceptable que sean separados de sus seres queridos y obligados a participar en este brutal conflicto armado en el que muchos perderán la vida o acabarán gravemente heridos. Valorar la vida individual más que la defensa del país es una elección lógica y completamente válida. No obstante, hay que recordar que al igual que ha habido múltiples deserciones, también ha habido muchos miles de hombres y mujeres ucranianas que se han ofrecido voluntariamente para el esfuerzo defensivo y no precisamente motivados por una idea superficial de “morir por la patria” o un “ultranacionalismo etnicista” como lo intenta presentar el autor de La ilógica militar. Lo que está en juego en Ucrania es mucho más que la bandera, el himno o el orgullo nacional y hay muchas personas dispuestas a hacer sacrificios importantes en defensa de unos ideales que les representan.

La violencia empleada para la defensa de una agresión o una injusticia no puede ser equiparada a la violencia del agresor. Las reacciones de rabia de unos trabajadores explotados que están en huelga no son lo mismo que su explotación por parte de las clases pudientes. La violencia de un pueblo oprimido que se rebela contra un régimen totalitario no equivale éticamente a la opresión que ha sufrido. Aparte de las relaciones de poder que están en juego, ceder ante la tiranía comporta riesgos muy graves, por lo cual muchas sociedades y naciones lógicamente recurren a la lucha armada para defender unos valores colectivos. Hasta un pueblo tan pacifico como el tibetano se alzó en armas contra la invasión china en el 1950 temiendo la pérdida de su libertad y sus tradiciones bajo el yugo de la República Popular China. Sus temores se confirmaron tras la derrota: después de varias décadas de violenta represión, trabajos forzosos y destrucción de templos su estilo de vida ancestral y sus estructuras sociales están completamente destruidos. Los tibetanos habrían podido salvar miles de vidas si se hubieran rendido al inicio pero no creo que alguien diga que su esfuerzo defensivo fuera ilógico o ilegítimo. La invasión Nazi de Polonia en el 1939 fue condenada por unanimidad y dudo que hubiera pacifistas que no estuvieran apoyando al pueblo polaco en su defensa. Entonces estaba muy claro quién invadió a un país soberano destruyendo sus ciudades y matando a la población civil. Ahora, sin embargo, algunos se empeñan en presentar a ambos lados como si fueran igualmente culpables de romper la paz.

El autor empieza el texto con una falacia diciendo que “no va a pararse la invasión por la fuerza armada”. La historia está repleta de ejemplos de invasiones que se han parado de esa manera pero no recuerdo ninguna que se haya frenado pacíficamente (Corríjanme si me equivoco). Para citar sólo uno, la intervención soviética en Afganistán fracasó por culpa de la feroz resistencia de los muyahidines, apoyados por los países miembros de la OTAN. Muchas otras invasiones en la historia fracasaron estrelladas contra el esfuerzo defensivo del país invadido. Desde la perspectiva ucraniana no se trata de “guerrear hasta la extinción del oponente” - esto es más bien lo que intenta conseguir Putin, sino de parar la invasión y defender la independencia del país. El presidente ruso insinuó en varias ocasiones que su objetivo era derrocar el gobierno ucraniano e instalar un gobierno proruso a la fuerza, cosa que ya está haciendo en varias ciudades ocupadas como Melitopol en las que reemplazó los alcaldes democráticamente elegidos por unos de su elección. La extinción del oponente también consiste en borrar la identidad ucraniana en los territorios que han ocupado y los invasores ya han impuesto el idioma ruso como el idioma oficial de la enseñanza en varias ciudades del sur que controlan.

Lo más alarmante de La ilógica militar viene cuando el autor dice que “se ha demonizado convenientemente” a Putin sugiriendo la existencia de una campaña de difamación injusta contra su persona. Pues no hacía falta ninguna campaña y ninguna manipulación porque Putin ya se encargó de demonizarse a sí mismo con la invasión y anexión de territorios de Georgia y Ucrania durante su mandato y con políticas propias de un estado totalitario y ultraconservador. Recordemos los asesinatos, palizas y amenazas a periodistas y disidentes políticos y la discriminación de la comunidad LGTBI con el beneplácito del Kremlin. Tampoco olvidemos sus vínculos de apoyo y financiación a la extrema derecha europea y las campañas de desinformación orquestadas desde el gobierno ruso. Putin no necesita que nadie le demonice fuera de Rusia, ya está bastante claro quién es y con qué ideas se identifica.

El autor utiliza el pacifismo para equiparar a Ucrania y Rusia hablando de “gente odiándose, persiguiéndose, discriminándose, matándose entre ellos” y habla de la existencia de la extrema derecha ucraniana como si esto en sí fuera suficiente para igualar al agresor con el agredido. Si hoy en día se intenta manchar la imagen de Ucrania con la presencia del Batallón Azov en las filas de su ejército (unos mil hombres), ¿qué habrían dicho de la Polonia que fue invadida por los Nazis? En aquella época Polonia tenía un gobierno autocrático de derechas y abiertamente antisemita pero aún así nadie en su sano juicio sugería que al final los polacos y los Nazis eran sólo gente odiándose y matándose. Entiendo que el autor se refería al gobierno ucraniano y los rebeldes prorrusos. No olvidemos que el conflicto en la región del Donbass también fue provocado por Rusia con la infiltración de milicias rusas y el sabotaje de la administración ucraniana en el territorio. El Donbass al igual que Crimea fue arrancado de Ucrania por la fuerza, como antes ocurrió con las regiones de Abjasia y Osetia del Sur en Georgia.

El lema “no a la guerra” tiende a simplificar la realidad en la que vivimos desde hace más de un mes. Nadie entre los que apoyamos a Ucrania en su legítima defensa “justifica” o “secunda la guerra”, lo hacen los que se han dejado engañar por la propaganda del Kremlin que presenta a la invasión como el mal necesario en defensa de la población ucraniana de unos nazis inventados. El destinatario del mensaje pacifista en este caso debería ser el régimen ruso y la población que lo apoya, si no el mensaje le hace un favor al invasor reduciendo los esfuerzos de los defensores a una violencia igualmente ilegítima e injustificable. No nos engañemos, la paz se consigue frenando las ambiciones imperialistas de las potencias militares como Rusia y no deslegitimando la defensa de los que están sufriendo una brutal invasión que ha expulsado de sus casas a más de diez millones de personas en un mes.

[La foto que ilustra el texto proviene de la Wikipedia y muestra manifestantes en la Marcha por la paz en Moscú en 2014]

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