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Vista de Leh desde el templo de Maitreya |
"Sería un alivio tener una misión. Pero no aspiro a tanto. Me
contentaría con saber qué estoy buscando. Quizás, en el camino, lo consiga"
Martín Caparrós, El Interior
Ver el Himalaya había sido uno de los sueños de mi infancia,
alimentado por las incontables historias relatadas por mi padre, de origen
bengalí. Él pasó muchos años en una escuela con internado en los verdes montes
de Nainital, en la región de Uttarakhand. Eran los años cincuenta del siglo
pasado y su país natal ha sufrido múltiples cambios para mejor y para peor, sin
embargo el Himalaya debe ser de esas zonas de la India que ha mantenido su
carácter, pese a la presión del turismo y lo que podríamos llamar la dictadura
del progreso tecnológico. Una de las regiones más alejadas de esa idea que aún
se salvan del turismo masificado es Ladakh, en el extremo norte del país. Las
únicas rutas por tierra que conducen a su capital, Leh, son unas peligrosísimas
carreteras de tierra desde Manali en el sur, y Srinagar en el oeste. En los dos
casos el viaje puede durar más de diez horas en coche o autobús, mientras que
en invierno ambas carreteras se vuelven intransitables por culpa de las nevadas
y el deterioro que sufren por culpa de avalanchas y aludes de barro. Por lo
tanto, la gran mayoría de viajeros llega a Leh en avión sobre todo desde Delhi,
Chandigarh o Mumbai. Antes de empezar mi propio viaje ya sabía que la carretera
de Manali a Leh estaba cerrada, por lo cual yo también elegí la ruta aérea.
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Shanti Stupa, un templo moderno en las afueras de Leh |
La aventura comienza en Delhi. Salgo de mi hostal a las dos y
media de la noche, con el siempre bullicioso Pahaarganj sorprendentemente vacío
y silencioso. Incluso este eterno barrio de mochileros, cafeterías y multitud
de pequeños negocios a veces se toma su descanso. El recorrido hasta el
aeropuerto me enseña una Delhi muy diferente a la que ya conozco, casi místico,
con los contornos de edificios y luces de coches apareciendo como fantasmas
entre la niebla (o mejor dicho smog…). El viaje en avión dura una hora y media:
sobrevolamos la imponente cordillera nevada del Himalaya y finalmente aterrizamos
en el medio de un gran valle, en Leh. Desde el primer momento se nota que es
una zona altamente militarizada, como todo el estado fronterizo de Jammu and
Kashmir, del que Ladakh forma parte. La presencia de numerosos soldados y
varias torres de vigilancia en el aeropuerto me recuerdan que no muy lejos de
aquí la India comparte frontera con sus dos enemigos acérrimos: China y
Pakistán.
Aparte de la militarización, noto la diferencia de altura, ya que
he pasado de unos doscientos metros sobre el nivel del mar a más de tres mil
quinientos en un tiempo muy reducido. Siguiendo las recomendaciones que
aparecen en todas las guías e incluso suenan desde los parlantes de los aviones
a Leh, paso mi primer día descansando en el hostal, y sólo salgo por la tarde
para ver el mercado principal y comer, intentando no esforzarme mucho al
caminar. En el hostal hablo con un chico de Delhi que me cuenta su mala
experiencia del día anterior: Después de llegar y dejar sus cosas en el hostal,
decidió tomar un autobús local para subir al centro de Leh, un poco más elevado
que la zona de nuestro hospedaje. Por desgracia, la falta de aclimatación y el
movimiento del autobús le pasaron factura, y acabó pasando la noche en un
hospital conectado a una máquina de oxígeno. Ladakh es un paraíso para los ojos
pero fácilmente puede volverse un infierno para el resto del cuerpo, sobre todo
los pulmones. Si uno pierde el ritmo respirando, se toma un respiro demasiado
profundo o demasiado superficial, el corazón puede acelerar peligrosamente,
mientras el cerebro quizás experimente una sensación de pesadez.
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Leh Palace y el mercado principal de Leh en el primer plano |
El mal de altura es una amenaza seria sobre todo por culpa de la
geografía de Ladakh, una región muy montañosa con múltiples valles a más de tres
mil quinientos metros. Es una tierra árida con poca vegetación que suele
consistir en matorrales y algunos árboles esparcidos que nunca llegan a formar
ni siquiera una pequeña arboleda. El paisaje de Leh en octubre era una mezcla
de diferentes tonalidades de marrón, gris y del blanco de los picos que rodean
el valle del Indo, el mítico río que nace en Tibet, recorre Ladakh y Cachemira,
y luego llega a Pakistán, donde cambia de rumbo y empieza a bajar hacia el mar
arábigo para acabar allá su impresionante recorrido. A pesar de tener el Indo a
sus pies, uno de los principales problemas para la población ladakhi está
relacionado con el agua, ya que sigue siendo un recurso escaso en esas tierras.
La electricidad tampoco funciona del todo bien: en mi hostal nos quedábamos a
oscuras cada noche. Para el colmo, como ya mencioné más arriba, la región se
queda casi completamente aislada del mundo exterior durante seis o siete meses
al año por culpa del duro invierno que imposibilita el pase por los puertos de
montaña que llevan a Ladakh desde Cachemira o Himachal Pradesh. Pareciera que la
naturaleza quiere reservar ese espacio para los seres vivos que la respetan,
intentando expulsar al humano y sus carreteras, aeropuertos y ciudades. El
hormigón y el asfalto no están bienvenidos aquí, y cada invierno los elementos
se conjuran para avisarnos de ello en forma de grietas o hasta la completa destrucción
de la frágil infraestructura. A pesar de esa resistencia, los humanos seguimos
insistiendo en conquistar esas tierras inhóspitas, y me da la impresión de que
puede ganar una batalla con la construcción de una línea de tren de Bilaspur
(Himachal Pradesh) a Leh, que atravesaría la cordillera del Himalaya gracias a múltiples
tuneles. El proyecto todavía está en su fase de planificación y compra de
tierras. Por suerte pude visitar Ladakh antes de que cambie para siempre
gracias a la accesibilidad que tendrá en caso del éxito del tren.
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Vista de Thiksey y el valle del Indo desde el monasterio Thiksey |
A pesar de todas las adversidades, los y las ladakhis me
parecieron sorprendentemente abiertos, alegres y cariñosos. Antes de llegar a
Ladakh esperaba encontrar un pueblo parecido al que había conocido en las zonas
montañosas de Salta y Jujuy en Argentina. Los salteños y jujeños de la quebrada
de Humahuaca o Iruya me parecieron bastante reservados y distantes, mientras
que en Ladakh fue todo lo contrario. Tal vez encontraría una explicación de esa
diferencia en la historia del pueblo ladakhi, que no sufrió una colonización
tan humillante como los pueblos indígenas de América. Posiblemente esa forma de
ser está también relacionada con la religión budista, mayoritaria en Ladakh.
Recordaré siempre el alegre saludo “julley” que, acompañado de una sincera
sonrisa, me lanzaban las trabajadoras del hostal, los camareros, monjes en templos
budistas o simplemente personas extrañas en la calle. Además, aquí los
vendedores de ropa típica y souvenirs y los taxistas y conductores de
auto-rickshaws no son insistentes. Mientras en cualquier otra parte de la India
es habitual sufrir el constante acoso de personas interesadas en sacarte unas
rúpias, en Ladakh es una actitud rara, para no decir inexistente.
La expansión a martillazos
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Vista del mercado principal y la cordillera de Ladakh desde Tsemo Maitreya |
En mis primeros dos días de precauciones contra el mal de altura
pude conocer un poco de Leh y sus alrededores. El centro de la capital es una
ancha avenida peatonal con tiendas de souvenirs o ropa de montaña, cafeterías y
restaurantes. La cantidad de rótulos es tan avasalladora que se hace difícil
decidir dónde comer o tomar un té. En el medio de la avenida hay una bella y
antigua mezquita, y unos metros más lejos se encuentra un gurdwara sij, con unos
parlantes siempre ofreciendo música religiosa a los peatones. Más lejos hay un
templo budista, que llama menos la atención que los otros lugares de culto. Parece
bastante claro que los sijs y los musulmanes no son ladakhis: en su mayoría
provienen de otras regiones y hablan sobre todo hindi y punjabi. Durante la
semana que pasé en esa tierra, aprendí que los ladakhis y los demás habitantes no
suelen relacionarse mucho.
La ciudad se extiende a la sombra del imponente palacio real de
Leh, que vigila la ciudad desde una colina. Es un edificio parecido al famoso
palacio de la capital tibetana, Lhasa, aunque un poco más antiguo y de tamaño
más reducido. Su interior aún está siendo renovado y, salvo una galería de arte
ladakhi y una exposición de fotografía, carece de muebles o decoración. La
similitud entre los dos palacios reales no es casual, ya que Ladakh y Tibet
comparten cultura, religión y sus idiomas son de la misma familia. Desde la
invasión china, cientos de miles de tibetanos huyeron de su país y muchos se
han establecido en Leh. En la ciudad hay varios mercados de refugiados
tibetanos, y se ven bastantes banderas y pegatinas con “Free Tibet”. La comida
típica de Ladakh y Tibet también se solapan: los momos, el thukpa, el thentuk. Hay
bastantes sopas, algunos platos hechos al vapor y bastante comida “non veg”, lo
cual diferencia esta región del resto de la India. Los platos indios en Ladakh
son bastante más limitados en variedad y calidad, posiblemente por culpa de la
escasez de verduras en este clima extremo.
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Leh Palace y Tsemo Maitreya detrás |
Leh es una ciudad en permanente construcción, lo cual se puede
observar sobre todo desde el palacio, y desde la montaña en la que se encuentra
el templo Tsemo Maitreya. Mirando la ciudad desde arriba pude escuchar sobre
todo el ruido del martillo que me llegaba prácticamente de todos los lados. En
un momento el ‘muezzin’ de la mezquita principal logró superar en decibelios a
los numerosos trabajadores de construcción llamando a los fieles de su
minarete. Desde la altura la ciudad parecía estar armada de barras metálicas de
sus edificios inacabados, como si estuviera anticipando un ataque desde el
cielo. El ‘muezzin’ acaba su llamada a la oración y vuelven los martillos. La
gran mayoría de esas herramientas se emplean en la construcción de nuevos hoteles
y hostales. Puede que dentro de poco Leh se convierta en otro destino de
turismo masivo como Rishikesh, Dharamshala o Manali. De momento su poca
accesibilidad salva la región de las consecuencias negativas de un turismo
desmesurado.
Aparte de las excursiones a alta montaña, la atracción más importante de Ladakh son sus monasterios budistas y palacios de los reyes de Ladakh. Aparte del Leh Palace, los monarcas de esta región construyeron también el palacio de Shey, que utilizaban como su residencia estival. El 'gompa', o monasterio budista de Hemis, que existe desde el siglo XI, presume de estatuas de Buda, thangkas y pinturas que recrean escenas de vida, muerte y las tentaciones que llevan al ser humano a perder el camino hacia la iluminación. Otro gompa, el de Thiksey, es el más grande de Ladakh central, y posee una estatua de Buda de quince metros que ocupa dos plantas del templo principal. Hay otros templos muy importantes para los budistas, como Lamayuru y Likir. Pasé mi segundo día recorriendo los gompas cercanos a Leh. La tranquilidad y paz que se siente en estos lugares de culto es incomparable con ningún otro. Esa paz se debe también al poco turismo que aún recibe Ladakh fuera de temporada, pero sobre todo al olor a incienso, el sonido del tambor de plegaria y los mantras recitados por los monjes. Creo que la paz que percibí en los gompas me hizo sentir que finalmente estaba listo para salir de Leh hacia la montaña.
Seguiré con el relato de viaje al lago Pangong, mientras tanto les invito a ver más fotos de Leh abajo:
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Thiksey Gompa - el monasterio budista más grande de Ladakh central |
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El palacio de Shey, del siglo XVII: la residencia estival de los reyes de Ladakh |
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Vista de la cordillera de Ladakh desde el palacio de Shey, con banderas de plegaria budistas |
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El monasterio budista Hemis, del siglo XI |
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La estatua de Buda del monasterio Hemis, del siglo XI |
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El palacio de Leh desde el costado, con su entrada |
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Leh Palace visto desde el mercado |
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El templo Tsemo Maitreya en Leh |
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La estatua de Maitreya en Thiksey Gompa. Es de 15 metros de altura y ocupa 2 plantas |
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Las ruedas de plegaria, muy típicas en Ladakh y Tibet |
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