Depresión y conflicto en Europa, tragedia de los trabajadores migrantes en la India: El mundo 'apandemiado' y su futuro
Este
mes de marzo ha sido posiblemente el más extraordinario en la vida de
la mayoría de nosotros. Para algunos el confinamiento forzado es
solamente una molestia o una privación de su libertad, pero para muchos
otros es una absoluta pesadilla. Somos pocos los que hemos podido
mantener nuestros puestos de trabajo y nuestros sueldos, ya que una gran
parte de la sociedad ha dejado de cobrar. Muchas personas gastan el
dinero de sus ahorros, mientras que otras dependen de sus familiares y
amigos para sobrevivir.
Estos días observamos todo tipo de actitudes humanas como reacción a la amenaza del virus: desde las más bonitas hasta las más despreciables. Cada día a las ocho de la tarde participamos en los aplausos a los sanitarios que trabajan sin descanso salvando vidas. También vemos otras expresiones de solidaridad, como la de mi vecino Miquel que nos regaló un concierto de guitarra clásica desde su balcón. Por desgracia también hemos asistido a "espectáculos" lamentables protagonizados por diferentes tipos de policías: los de verdad y los del balcón, que insultan y amenazan a personas que salen a la calle sin ni siquiera conocer sus motivos para hacerlo. He visto videos de violencia policial totalmente gratuita, pero esto me sorprende menos que las reacciones violentas de algunas personas contra sus vecinos.
Otra de las actitudes desagradables que parecen haberse propagado con la pandemia es la búsqueda del chivo expiatorio. Probablemente una de las teorías más extendidas en las redes sociales es la que achaca la culpa a China. Sin duda al régimen comunista chino se le pueden reprochar muchas cosas, como la invasión del Tibet o la brutal represión de los disidentes políticos, pero no puedo estar de acuerdo con esas acusaciones. Es cierto que el gobierno de Xi Jinping trató de ocultar la situación real al principio de la epidemia de Covid-19, pero recapacitó a tiempo y reaccionó pronto cuando el número de infecciones empezó a subir. En pocas semanas China consiguió controlar la epidemia.
La verdad innegable es que el virus podría haber originado en algún otro país, como el virus de la gripe española que supuestamente empezó a infectar a humanos en Estados Unidos en el año 1918. Y si hubiera originado en otro lugar, ¿diríamos hoy que es por culpa de Estados Unidos, Francia o Alemania porque han permitido que el virus atravesara sus fronteras? Si China reaccionó tarde según algunas voces críticas, ¿qué diremos de España, Italia, el Reino Unido o Estados Unidos? Tampoco faltan voces que sugieren que el país asiático se está beneficiando económicamente de la pandemia. Me pregunto cómo no se van a beneficiar si han logrado restablecer su actividad económica e industrial mientras todo el mundo está sumido en una profunda crisis. Me parece hasta lógico que una potencia económica como China saque provecho de esta ventaja, aunque habrá que valorar de qué manera lo logran. La ética es muy importante en todo momento, haya una crisis o no.
Como si todo eso fuera poco, me entero de que la derecha española critica duramente la gestión de la crisis del gobierno "socialista". A mí no me gusta el PSOE y tampoco creo que su gestión haya sido perfecta, pero que la crítica venga de los mismos impresentables que han recortado el gasto público (no es el que el PSOE no lo haya hecho) y han dejado la sanidad pública debilitada me parece extremadamente cínico y oportunista. Pero en este país ya conocemos el PP, ya sabemos que son capaces de este cinismo.
También a nivel europeo la crisis sanitaria ha desencadenado una crisis política. Una vez más vemos como se agudizan las profundas diferencias entre el norte y el sur. Las ofensivas palabras del jefe del eurogrupo sobre el supuesto derroche de los países del sur en "copas y mujeres" muestran que los prejuicios siguen vigentes. Estamos viviendo una grave crisis de valores en la que llevamos muchos años inmersos. La solidaridad es una palabra vacía en nuestra sociedad individualista del rendimiento y al final si algo acaba con la frágil y cuestionable unión de Europa no será la pandemia del Covid-19 sino una epidemia de egoísmo neoliberal.
Mientras tanto en otras partes del mundo como la India las consecuencias pueden alcanzar dimensiones mucho más trágicas. Desde el anuncio del 'lockdown' del país, millones de personas se han visto varadas en una situación desesperante. En las ciudades muchos trabajadores temporales han quedado sin trabajo e ingresos de un día para el otro y dependen de la caridad de otros para sobrevivir. Millones de personas no tienen otro remedio que caminar cientos de kilómetros durante día y noche para volver a sus pueblos. Algunos no sobreviven el esfuerzo. Me pregunto si el gobierno de Modi calculó bien las enormes repercusiones que traerá el cierre de toda actividad económica para la gran mayoría de indios. Pero Modi ya demostró hace cuatro años lo poco que le importan los sectores más vulnerables de la sociedad con una demonetización abrupta que dejó a muchos millones de ciudadanos sin efectivo para comprar comida.
Hay un hecho muy relevante a la pandemia actual y muchas anteriores que incomoda mucho a las industrias y los consumidores, y por tanto no aparece mucho en los medios de comunicación: El sufrimiento de los humanos es una consecuencia de la explotación y sufrimiento de otras especies. Como bien explica un artículo que leí hoy en 'Sentient Media', tanto el CoV-SARS-2 como los virus de las gripes porcina y la gripe aviaria lograron infectar a un organismo humano que consumía los animales portadores del virus. Es irrelevante si la carne procede de un animal que consideramos "salvaje" o de un animal esclavizado en una granja. Está claro que el consumo de carne incrementa el riesgo de infecciones víricas como la que estamos viviendo ahora, aparte de muchas otras enfermedades como el cáncer o enfermedades cardiovasculares. Me extraña que se hable tan poco de esto cuando cada vez hay más motivos para dejar atrás esa atroz explotación de otras especies animales y adaptar un modo de vida vegano.
La semana pasada compartí con ustedes mi preocupación pero también la esperanza con la que miraba el mundo post-Covid-19. Sin embargo, estos días he oscilado entre esa versión optimista y una más pesimista. Tras leer un texto del filósofo surcoreano Byung-Chul Han, publicado en 'El País', entendí que la posibilidad de que prevalezca la segunda no es nada descabellada. La Europa del bienestar y de las libertades individuales (las dos cosas cada vez más cuestionables...) sufre mucho más con esta pandemia que los estados de Asia Oriental, donde la sociedad es a menudo definida como más colectivista y donde la confianza de los ciudadanos en el estado suele ser más alta. Tal vez estos factores sociales sean decisivos en la aceptación de la vigilancia masiva extendida sobre todo en China. Parece ser que, a diferencia de Europa, en Asia Oriental esa medida es poco cuestionada. Los ciudadanos cedieron voluntariamente una parte de su privacidad al estado, lo cual puede ayudar a erradicar una pandemia pero puede ser el origen de mucha represión en tiempos de paz. La advertencia de Byung-Chul Han es seria: No podemos permitir que la pandemia acabe con nuestras libertades.
Al mismo tiempo no paso por alto la crítica que el pensador surcoreano dirige a la sociedad europea. Estoy de acuerdo en que los aplausos y las distancias que mantenemos entre nosotros en los supermercados y tiendas son muestras de solidaridad muy débiles, prácticamente lo mínimo que podemos hacer: Agradecer la gran labor del personal sanitario y evitar contagiarnos y así contagiar a otras personas. Sólo con esto no construiremos una sociedad más justa y solidaria. Nos haría falta dejar de ser tan extremadamente individualistas y materialistas, además de valorar más los beneficios de vivir en una comunidad. Entonces, ¿qué ocurrirá cuando se acabe esta crisis? ¿Los estados europeos se volverán más autoritarios y perderemos nuestras libertades? ¿Habrá más fronteras y xenofobia en el mundo? ¿Seremos más solidarios y amables entre nosotros o tal vez más distantes y desconfiados? Me temo que estaremos igual que antes, lo cual no es la peor noticia pero tampoco es buena...
Estos días observamos todo tipo de actitudes humanas como reacción a la amenaza del virus: desde las más bonitas hasta las más despreciables. Cada día a las ocho de la tarde participamos en los aplausos a los sanitarios que trabajan sin descanso salvando vidas. También vemos otras expresiones de solidaridad, como la de mi vecino Miquel que nos regaló un concierto de guitarra clásica desde su balcón. Por desgracia también hemos asistido a "espectáculos" lamentables protagonizados por diferentes tipos de policías: los de verdad y los del balcón, que insultan y amenazan a personas que salen a la calle sin ni siquiera conocer sus motivos para hacerlo. He visto videos de violencia policial totalmente gratuita, pero esto me sorprende menos que las reacciones violentas de algunas personas contra sus vecinos.
Otra de las actitudes desagradables que parecen haberse propagado con la pandemia es la búsqueda del chivo expiatorio. Probablemente una de las teorías más extendidas en las redes sociales es la que achaca la culpa a China. Sin duda al régimen comunista chino se le pueden reprochar muchas cosas, como la invasión del Tibet o la brutal represión de los disidentes políticos, pero no puedo estar de acuerdo con esas acusaciones. Es cierto que el gobierno de Xi Jinping trató de ocultar la situación real al principio de la epidemia de Covid-19, pero recapacitó a tiempo y reaccionó pronto cuando el número de infecciones empezó a subir. En pocas semanas China consiguió controlar la epidemia.
La verdad innegable es que el virus podría haber originado en algún otro país, como el virus de la gripe española que supuestamente empezó a infectar a humanos en Estados Unidos en el año 1918. Y si hubiera originado en otro lugar, ¿diríamos hoy que es por culpa de Estados Unidos, Francia o Alemania porque han permitido que el virus atravesara sus fronteras? Si China reaccionó tarde según algunas voces críticas, ¿qué diremos de España, Italia, el Reino Unido o Estados Unidos? Tampoco faltan voces que sugieren que el país asiático se está beneficiando económicamente de la pandemia. Me pregunto cómo no se van a beneficiar si han logrado restablecer su actividad económica e industrial mientras todo el mundo está sumido en una profunda crisis. Me parece hasta lógico que una potencia económica como China saque provecho de esta ventaja, aunque habrá que valorar de qué manera lo logran. La ética es muy importante en todo momento, haya una crisis o no.
Como si todo eso fuera poco, me entero de que la derecha española critica duramente la gestión de la crisis del gobierno "socialista". A mí no me gusta el PSOE y tampoco creo que su gestión haya sido perfecta, pero que la crítica venga de los mismos impresentables que han recortado el gasto público (no es el que el PSOE no lo haya hecho) y han dejado la sanidad pública debilitada me parece extremadamente cínico y oportunista. Pero en este país ya conocemos el PP, ya sabemos que son capaces de este cinismo.
También a nivel europeo la crisis sanitaria ha desencadenado una crisis política. Una vez más vemos como se agudizan las profundas diferencias entre el norte y el sur. Las ofensivas palabras del jefe del eurogrupo sobre el supuesto derroche de los países del sur en "copas y mujeres" muestran que los prejuicios siguen vigentes. Estamos viviendo una grave crisis de valores en la que llevamos muchos años inmersos. La solidaridad es una palabra vacía en nuestra sociedad individualista del rendimiento y al final si algo acaba con la frágil y cuestionable unión de Europa no será la pandemia del Covid-19 sino una epidemia de egoísmo neoliberal.
Mientras tanto en otras partes del mundo como la India las consecuencias pueden alcanzar dimensiones mucho más trágicas. Desde el anuncio del 'lockdown' del país, millones de personas se han visto varadas en una situación desesperante. En las ciudades muchos trabajadores temporales han quedado sin trabajo e ingresos de un día para el otro y dependen de la caridad de otros para sobrevivir. Millones de personas no tienen otro remedio que caminar cientos de kilómetros durante día y noche para volver a sus pueblos. Algunos no sobreviven el esfuerzo. Me pregunto si el gobierno de Modi calculó bien las enormes repercusiones que traerá el cierre de toda actividad económica para la gran mayoría de indios. Pero Modi ya demostró hace cuatro años lo poco que le importan los sectores más vulnerables de la sociedad con una demonetización abrupta que dejó a muchos millones de ciudadanos sin efectivo para comprar comida.
Hay un hecho muy relevante a la pandemia actual y muchas anteriores que incomoda mucho a las industrias y los consumidores, y por tanto no aparece mucho en los medios de comunicación: El sufrimiento de los humanos es una consecuencia de la explotación y sufrimiento de otras especies. Como bien explica un artículo que leí hoy en 'Sentient Media', tanto el CoV-SARS-2 como los virus de las gripes porcina y la gripe aviaria lograron infectar a un organismo humano que consumía los animales portadores del virus. Es irrelevante si la carne procede de un animal que consideramos "salvaje" o de un animal esclavizado en una granja. Está claro que el consumo de carne incrementa el riesgo de infecciones víricas como la que estamos viviendo ahora, aparte de muchas otras enfermedades como el cáncer o enfermedades cardiovasculares. Me extraña que se hable tan poco de esto cuando cada vez hay más motivos para dejar atrás esa atroz explotación de otras especies animales y adaptar un modo de vida vegano.
La semana pasada compartí con ustedes mi preocupación pero también la esperanza con la que miraba el mundo post-Covid-19. Sin embargo, estos días he oscilado entre esa versión optimista y una más pesimista. Tras leer un texto del filósofo surcoreano Byung-Chul Han, publicado en 'El País', entendí que la posibilidad de que prevalezca la segunda no es nada descabellada. La Europa del bienestar y de las libertades individuales (las dos cosas cada vez más cuestionables...) sufre mucho más con esta pandemia que los estados de Asia Oriental, donde la sociedad es a menudo definida como más colectivista y donde la confianza de los ciudadanos en el estado suele ser más alta. Tal vez estos factores sociales sean decisivos en la aceptación de la vigilancia masiva extendida sobre todo en China. Parece ser que, a diferencia de Europa, en Asia Oriental esa medida es poco cuestionada. Los ciudadanos cedieron voluntariamente una parte de su privacidad al estado, lo cual puede ayudar a erradicar una pandemia pero puede ser el origen de mucha represión en tiempos de paz. La advertencia de Byung-Chul Han es seria: No podemos permitir que la pandemia acabe con nuestras libertades.
Al mismo tiempo no paso por alto la crítica que el pensador surcoreano dirige a la sociedad europea. Estoy de acuerdo en que los aplausos y las distancias que mantenemos entre nosotros en los supermercados y tiendas son muestras de solidaridad muy débiles, prácticamente lo mínimo que podemos hacer: Agradecer la gran labor del personal sanitario y evitar contagiarnos y así contagiar a otras personas. Sólo con esto no construiremos una sociedad más justa y solidaria. Nos haría falta dejar de ser tan extremadamente individualistas y materialistas, además de valorar más los beneficios de vivir en una comunidad. Entonces, ¿qué ocurrirá cuando se acabe esta crisis? ¿Los estados europeos se volverán más autoritarios y perderemos nuestras libertades? ¿Habrá más fronteras y xenofobia en el mundo? ¿Seremos más solidarios y amables entre nosotros o tal vez más distantes y desconfiados? Me temo que estaremos igual que antes, lo cual no es la peor noticia pero tampoco es buena...
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