La aventura nepalí (2): Los campos de té de Ilam, llegada a Taplejung

En mi entrada anterior les contaba la anécdota de mi accidentada salida de la India y llegada a Nepal cruzando su frontera oriental con la India. En el pueblo de Kakarbhitta me alojé en el mismo hostal que Aly, Umesh y Priya, a los que conocí durante el trayecto del aeropuerto de Bagdogra. Pasamos una tarde tranquila en el pueblo fronterizo y por la mañana Aly y yo nos despedimos de Umesh y Priya y salimos temprano hacia Ilam, nuestra única parada en el viaje a Taplejung en el norte de la provincia de Mechi. El trayecto de unas tres horas en un coche todoterreno fue una pequeña muestra del Nepal que siempre imaginaba, ya que por fin dejamos atrás las llanuras del sur y subimos gradualmente hasta la altura de 1206 metros al llegar a nuestro destino. Ilam es un agradable pueblo de menos de veinte mil habitantes rodeado de plantaciones de té. Los montes que lo envuelven están teñidos de un color verde intenso de los arbustos de camellia sinensis, planta de la que provienen las hojas que utilizamos para la célebre infusión. Aún faltaba mucha altura para la cordillera del Himalaya pero con el sol de la tarde bajo y pálido empezó a refrescar. Aly y yo salimos a pasear por las plantaciones y encontramos una cafetería con una hermosa vista panorámica del pueblo y sus proximidades. Cuando llegaron nuestros momos, unas empanadas tibetanas muy populares en Nepal y la India, los montes empezaron a desaparecer entre la oscuridad y la neblina que llevaba un tiempo extendiendo sus tentáculos entre los campos. 

A la vuelta a nuestro hospedaje nos paramos en la plaza principal donde se celebraba un concierto al aire libre. Una banda interpretaba temas de algunos grupos de rock populares en el país, especialmente Nepathya y Albatross. Los integrantes de la banda eran muy jóvenes, igual que su público. Lo que me sorprendió positivamente era la presencia de una chica en el escenario tocando el bajo y acompañando al cantante principal en los vocales. El ambiente de la fiesta era alegre pero sorprendentemente tranquilo para alguien acostumbrado a la vida nocturna en Europa. Echando un vistazo a mi alrededor vi chicos y chicas bastante más jóvenes que yo, algunos tomando una cerveza o fumando pero el alcohol no parecía alterar a nadie. La presencia de dos extranjeros no causó ningún revuelo y hubiéramos pasado casi desapercibidos si yo no le hubiera hablado a un joven con rastas preguntando por la música. La gente era educada y amigable, pero, a diferencia de la India, mantenía una respetuosa distancia. Mientras en la India la presencia de unos extranjeros en un pueblo del tamaño de Ilam probablemente habría atraído mucha atención, aquí parecía que no generaba mucho interés. Yo, por mi parte, sentí alivio: llevaba muchos meses con ganas de pasar desapercibido y ser uno más entre muchos.

Finalmente se hizo tarde y Aly y yo nos retiramos hacia el hospedaje antes de que acabara el concierto. Sólo estuvimos una tarde en Ilam pero me llevé un recuerdo muy lindo del pueblo, sus verdes montes, la belleza de la música y la amabilidad de sus habitantes.

(Aquí un par de canciones de Albatross y Nepathya) 

 

 

Al día siguiente el viaje fue mucho más largo y tortuoso. La carretera empezó a serpentear para evitar el creciente número de obstáculos naturales y para escalar las laderas de las montañas, cada vez más altas. Aún no se veían los legendarios picos nevados del norte, pero casi los podía vislumbrar en mi imaginación. Después de cinco horas y dos paradas técnicas forzadas por un neumático roto finalmente llegamos a Taplejung, un tranquilo y agradable pueblo ubicado en la ladera de un monte a una altura de mil ochocientos metros. Taplejung es el último pueblo conectado con las llanuras por carretera y más al norte se encuentran los imponentes picos nevados del alto Himalaya. Como nos explicaron los locales, el Kanchenjunga, el tercer pico más alto del mundo, está detrás del macizo de Pathibhara y no es visible desde el municipio. En el pueblo había bastantes hoteles y hospedajes pero se veían muy pocos turistas, por lo cual la gente local nos miraba con interés. El primer día transcurrió sin hechos interesantes. Estábamos muy cansados y solamente salimos a comer y pasear por las calles.

El segundo día Aly y yo fuimos a un restaurante para comer algo y tomar un té y nos encontramos a un extranjero sentado en la mesa de al lado. Pronto entablamos una conversación que resultó muy absorbente. El hombre se llamaba Elliot y era inglés. Debía tener algo más de cuarenta años pero se le intuía una personalidad espontánea y aventurera. Era periodista autónomo y vino a Taplejung para hacer un reportaje sobre una filial bancaria en la zona más remota de Nepal, un país con un gran porcentaje de transacciones completadas en efectivo. Elliot llegó a Taplejung el mismo día por la mañana para hablar con el encargado de esa filial bancaria recién abierta en una pequeña aldea en el otro lado del valle. Nos contó que el gobierno de Nepal está impulsando una política de expansión del sector bancario y obliga a los ciudadanos a abrirse cuentas en un país con una importante economía informal.

Hablamos de la cultura financiera en la India y otras partes de Asia, de derechos humanos y derechos de animales no humanos. Hacía poco Elliot se había vuelto vegetariano y se planteaba seriamente ser vegano en el futuro. De ahí pasamos por temas de ética como el especismo, la inmigración y la pobreza. Elliot era muy culto y elocuente y la hora que pasamos charlando nos resultó muy fascinante. Para una persona cuyo enfoque profesional era la economía, demostraba mucha sensibilidad en temas sociales. Entre cervezas y risas pasaron horas y cuando finalmente llegó la hora de despedirnos, sentimos que era una lástima que nos teníamos que marchar de Taplejung al día siguiente. Elliot se iba del pueblo con el material para el reportaje y Aly y yo teníamos previsto subir la montaña de Pathibhara donde se ubica uno de los templos hindúes más importantes del país. En el fondo el templo me interesaba bien poco, mi ilusión era ver de cerca los cinco tesoros de las nieves…

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