Cachemira (2): El viaje interminable de Delhi a Srinagar

En el texto anterior expliqué brevemente qué es lo que hace Cachemira tan especial y por qué la India y Pakistán se han enfrentado por esa región en múltiples ocasiones. Ahora les contaré cómo es viajar a Cachemira desde Delhi en tren y autobús, y fue una aventura bastante larga tras la cual decidí que haría la vuelta a Delhi en avión.

Para viajar a Cachemira reservé una plaza en un tren nocturno a Jammu desde Delhi, donde casi lo perdí por culpa de la gran distancia que separa CR Park, donde me quedo en la casa de mi tío, y la estación de Sarai Rohilla. Tardé una hora y cuarto en llegar en metro y viendo los gigantescos atascos en la carretera me di cuenta que era el modo de transporte más rápido a esas horas. Bajé al andén a las 22:02 cuando faltaban dieciocho minutos para que saliera el tren. Finalmente encontré mi vagón y localicé mi cama para acostarme y dormir todo el camino. Llegué a Jammu según plan a las 7:30 y fui directamente a la estación desde la que salían diferentes coches y autobuses hacia Srinagar y otros lugares. Me senté en el primer autobús que encontré a Srinagar que estaba casi vacío. Poco a poco entraban más personas, llamadas por el conductor. En la India muchas veces los autobuses arrancan solo cuando todos los asientos están ocupados y esta vez me tocó esperar una hora y media para que finalmente saliéramos cuando eran las diez.

Al principio la carretera era bastante buena, ya que atravesaba una llanura. Sin embargo, todo empezó a complicarse después de Udhampur, donde la carretera sube hacia el valle del río Tawi en la cadena montañosa de Pir Panjal del Himalaya Menor y “menor” significa que solamente llega a unos seis mil metros de altura... Muy pronto nos encontramos entre unas montañas de enormes proporciones en el valle, con el río fluyendo apresuradamente hacia el sur, donde atraviesa Jammu y cruza la frontera para unirse al río Chenab en Pakistán.

Pronto nos quedamos atrapados en atascos kilométricos. En muchos puntos la carretera estaba en obras y sólo podían pasar vehículos de un solo lado. Durante unas tres horas de la tarde, con el sol quemando con fuerza, nos movimos tal vez medio kilómetro. El conductor encendía el motor, avanzaba diez metros y lo apagaba de nuevo por un tiempo. La espera era eterna y desesperante pero la mayoría de los pasajeros parecían tranquilos. Salían a fumar o tomar un chai (té con leche) si había un puesto con comida cerca. Sólo el hombre cachemir que estaba sentado en el asiento de al lado maldecía al conductor en voz alta cada vez que ese tardaba demasiado en avanzar. Finalmente el autobús empezó a rodar cuando el sol había desaparecido detrás de las montañas. Aún nos quedaba un atasco por superar pero al final del valle ya íbamos a toda velocidad atravesando la densa oscuridad.

Llegué a Srinagar a las diez y pico de la noche y al salir del autobús fui abordado por varios hombres que proponían alojamiento o transporte. Eran bastante insistentes y tuve que repetirles que ya tenía alojamiento. Empecé a caminar hacia Dalgate donde se encuentra la pensión en la que mi amiga Chinmai me había reservado una habitación. Llegué a la pensión con mucho frío y hambre pero una cena improvisada con los restos de la cena de la boda del hijo mayor de los propietarios solucionó el primer problema y un baño caliente el segundo.

Tras satisfacer estas necesidades finalmente pude charlar un poco con mi amiga a la que no veía desde junio del 2019. Chinmai trabaja para una ONG que promueve un cambio de percepción del centro histórico de Srinagar (“Downtown”) a través de unos tours guiados. Me confesó que no le resulta fácil vivir en el valle, ya que sus valores chocan con la mentalidad conservadora de los cachemires. Me contó algunas discusiones que tuvo con personas locales que mostraban apoyo a los talibanes o al régimen iraní de los Ayatolás. Según ella la población local está sumida en el victimismo tras décadas de opresión a manos del gobierno indio. Seguramente la situación política y la adaptación de la posición de víctima no ayuda a crear una sociedad más abierta y tolerante, más bien todo lo contrario: una parte de la sociedad se ha radicalizado y abrazado una versión más ortodoxa del islam.

Esa noche sólo hablamos durante un ratito ya que ambos estábamos con sueño. Tras el viaje de trece horas en autobús estuve muy a gusto en la cama, tapado con dos mantas gruesas. Cerré los ojos y caí en un sueño profundo enseguida.

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